miércoles, 24 de abril de 2013

Un paseo por mi mente.


Una niña que come un helado. Un perro que no tiene casa donde regresar. Un amor que le puede el pasado. Un pájaro con alas que no quiere volar.  Una gorda con complejo de anoréxica. Un sueño del que no puedes despertar. Un mar cansado de mecer olas. Un semáforo exhausto de esperar. Una cerilla con frío. Un vestido de novia sin usar. Una casa sin ventanas. Una pared sin descolchar. Versos de Neruda en la cama. Las tremendas ganas de llorar. Un gato con sólo tres patas. Una mariquita con un solo lunar. Un tango sin música. Un barco con deseos de embarcar. Los viejos verdes en las aceras. Las adolescentes con faldas cortas que dan de que hablar. Besos de desayuno. Relojes que quieren descansar. Palabras que son mudas. Silencios que quieren gritar.

No dejes nunca de sonreír, ni aunque estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.

¿Te enamoras de mi sonrisa, por favor? prometo darte cada día una distinta a cambio de un motivo.

Ganas de nada, menos de ti.

Entre tanto odio y miedo me di cuenta que nada de esto merecía la pena. Me quité mi pulsera, me desnudé de corazas y rompí mis espejos. Él ya había buscado otros brazos mientras yo caminaba a hacerle una visita al olvido.

Justo cuando el príncipe apareció ella dejó de creer en los cuentos.


Esta es la historia de una princesa que vestía con harapos, que cargaba con desengaños y olvido. Una de esas princesas que nunca salen en los cuentos, que a nadie le importa sus finales infelices. Es la historia de un trovador, que con las palabras enamoró a la princesa, le regaló alas de cristal tallado en paciencia y ternura. Le enseñó a volar como una golondrina, prometiendo que nunca le dejaría caer. Con el tiempo ella volaba sola, todo era más hermoso desde arriba: desde el olor de la primavera hasta la brisa fresca de la mañana. Y justo cuando estaba en mitad del infinito y ninguna parte calló por culpa de un tornado de mentiras. Él trovador le tendió la mano, la mano que había desgarrado todo en lo que ella había creído, prometiendo que cambiaría.
¿Pero qué más creer de una alguien que ya le había mentido? Dudó un instante, pero finalmente se dejó caer y chocó contra el suelo.
Aquella fue su caída más dura, desde lo más alto.
Y se quedó tumbada, inmóvil, contemplando el cielo, aquel cielo del que ella una vez formó parte.

martes, 16 de abril de 2013

Un espejo con arrugas, un tic-tac acelerado.

Se miró al espejo, y por un momento quiso ser viejo. Como si cada arruga contara una vivencia, si cada cana fuera una lucha por seguir adelante. Poder aconsejar sobre la vida, quizá. O tan solo observar con nostalgia como otros cometen los mismos errores. Por un instante viajó a ese hogar, bajo la luz de la chimenea, en aquella casita perdida entre las montañas, con hijos que corrían y experimentaban por primera vez el tacto de la hierba en los pies descalzos, el sonido de los pájaros por las mañanas, la dulce melodía de que le llamaran "papa"
Y en lo que duró aquel viaje dejó de lado los excesos, aparto los complejos y los miedos. Por un momento creció, y observó la vida que le quedaba por vivir. Y es que de nada importaban los suspensos, las largas discusiones por haber llegado de madrugada, los desengaños amorosos. Seguía ahí, el reflejo de un niño de diecisiete años, con tantas cosas por aprender, con otras tantas aprendidas. ¿Qué más da las veces se cayera o equivocara? Sabía que tendría ese futuro, porque alguien estaría ahí para entregárselo.