Tu rosa alegra dulcemente toda la estancia. Con sus tres espinas, y
sus inmaduros pétalos, pidiendo a gritos que alguien la proteja. Y es como si
en cada fibra de su tallo guardase un momento: los bailes con Zenet, los besos
guarros, los días largos, las palabras inútiles como volutas de humo, y los
pasos descalzos que se salían del camino.
Desconozco que es lo que tenía la flor, que tan solo mirarla me sucumbían las
ganas de hacerte el amor, de desflorar beso a beso tu piel suave. Su tenue olor
afrodisiaco me arrebataba el aliento para ir en busca del tuyo. Si, querido, me
moría por ti. E intento evitarlo, pero es que encuentro en sus hojas tus verdes
ojos de ciencia ficción, tu mirada ilegible al corazón, provocándome la peor de
las torturas: el deseo.
Dicen que no hay lugar más triste en el mundo que una cama vacía, no lo
desmiento, pero todo lugar es triste sino puedes dejar tu yo en carnes
de un extraño. Pero al menos, están las rosas para sobrellevarlo.
"Durante cinco meses recibí rosas todos los días, y no tuve que arrodillarme ante nadie"
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