Hace dos años. Hace seiscientos setenta días los ojos de una niña inocente, miraban la pantalla, con ilusión y el corazón que retumbaban fuertemente en su pecho. La vergüenza se encendía en sus mejillas, y las sonrisas mudas corrían por doquier. Hace dos años me enamoré,siendo solo una niña.
Y hoy ¿Dónde han ido mi boina gris y mi corazón en calma? ¿Dónde coño está mi corazón, que huyó de las raíces del amor? ¿Por qué no vuelves ahora? Ahora...
Seiscientos setenta días después lo que se puede observar es solo una sombra del sucio juego del destino, los restos de un naufragio.
-¿Qué razón aflige a tu rostro para que esté triste?-me inquientan los ecos externos-tienes demasiados cambios de humor.
¿Alguien puede preguntarme dónde está mi corazón? por que esa es la pregunta correcta. Y todas esas palabras, todas esas anotaciones sobre mi sobran, porque no soy ciega, y aunque me trate a mi misma como una extraña, me conozco.
¿Por qué no entendéis que en días como hoy me siento más segura en el regazo de la tristeza?
He vivido durante dos años en comparaciones, en rostros ajenos. He comparado mi reflejo hasta con las gotas de lluvia, y solo he conseguido odiarme, días sin querer cenar, noche sin querer dormir y momentos de una tristeza profunda. Como en una partida de ajedrez ya no queda rey para que pueda seguir luchando la reina, y esa es la razón que me aflige. ¿Decepciono?
No te preocupes, no eres al primero.
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